Todavía recuerdo en mis años de facultad, escuchar al profesor Enric Pol hablarnos sobre Psicología Ambiental. En sus clases nos explicaba que es fundamental atender el hecho que la persona…
En sus clases nos explicaba que es fundamental atender el hecho que la persona influye sobre el ambiente en que se mueve habitualmente y que, al mismo tiempo, este ejerce una influencia sobre la persona.
Uno de los aspectos más interesantes en la interacción persona-ambiente se da en como los humanos hacemos nuestro el espacio cotidiano. Desde el pupitre que grabamos con nuestra firma cuando estamos en edad escolar, pasando por nuestra tabla de oficina, que adornamos con nuestros enseres para convertirla en un entorno personalizable. Así, en su propuesta teórica, el profesor transmitía de qué manera nos pasamos la vida haciendo apropiaciones del espacio.
También sucede así con nuestra vivienda habitual en un proceso que, en este caso, puede durar décadas. Apropiarnos psicológicamente de un espacio nos aporta seguridad y bienestar. Nos ayuda a prevenir sensaciones de incertidumbre y nos permite integrarnos en un ambiente satisfactoriamente.
Cuando me encontré trabajando por primera vez con gente mayor desorientada, entendí que el prisma de la psicología ambiental aporta un cambio de paradigma a un problema recurrente: el de personas que se pelean por una silla al cuarto de estar o de actividad.
Hasta el momento, el que venía resolviendo es que el mobiliario de las zonas comunes es compartido y, por lo tanto, no le pertenece a una sola persona el uso y disfrutar de alguno de sus elementos en exclusiva. Este aserto, aunque es cierta, no solo no resuelve el problema, sino que lo hace crónico.
Si hay una afirmación segura en cuanto a los recursos de atención a gente mayor, es que presentan una tasa elevada de personas con deterioro cognitivo de diferente intensidad. Así, la persona con alteración en memoria reciente tendrá dificultad para recordar que ya se discutió por una ubicación al cuarto de estar el día anterior (o hace un rato) y volverá a llevar a cabo la conducta que promueve esta discusión. El mismo sucede con la persona a la cual se le transmitió la idea que “las sillas son de todos” o, peor todavía, “las sillas no son de nadie”.
El deterioro cognitivo desorienta y la desorientación genera ansiedad. De aquí que se establezca como recomendación habitual aportar hábitos y rutinas estables a las personas que lo sufren. Los textos de ayuda a cuidadores lo hacen y los especialistas también. Siendo así, por qué no aplicamos esta norma con las ubicaciones de las personas a las salas de convivencia? Quién inicia su estancia en un servicio de atención puede requerir de medidas que ayuden en su adaptación o integración (según se prefiera utilizar uno u otro término) y si la persona se inclina espontáneamente por un lugar concreto, es una cosa positiva y se tiene que permitir. Poco después, se observará que la persona se pone a mano sus pertenencias (cuelga su bolsa, la chaqueta, coloca su diario, pose en un lado del sentando pañuelos suyos, etc.). Seguidamente, la persona se encontrará cómoda aquí, por lo cual se producirá una resistencia a abandonar este lugar. Es decir, esta persona estará adaptada o integrada en este contexto.
También se tiene que tener en cuenta que no solo una ubicación será buena porque la persona genere apropiación y los profesionales podemos acompañarla en este proceso porque encuentre el lugar que le aporta confort psicológico.
Por otro lado, no todas las personas necesitan generar procesos de apropiación con la misma intensidad. Algunas, no lo necesitan en absoluto. Se trata habitualmente de personas muy sociables y con alta apertura a nuevas experiencias. Se las observa cambiando con frecuencia de un espacio a otro, para conversar con diferentes personas o porque se da cualquier estímulo que las motive a acercarse. Hay que tener en cuenta también su trayectoria vital. Muchas personas estarán acostumbradas al uso de espacios públicos, otros han tenido experiencias más particulares, etc.
Finalmente, como es sabido, también se contemplan aspectos como que las personas con déficit de la movilidad se sitúen cerca de las zonas de tráfico, las que no escuchen bien cerca del profesional que dinamiza una actividad, las que se llevan bien entre sí juntas … cuando se trata con un grupo tan heterogéneo como el de la gente mayor, se trabaja con un complicado rompecabezas que no todo el mundo está dispuesto a abordar. Alguien dijo que era fácil? Que todas las personas grandes son iguales? Que todos necesitan el mismo?
A guisa de resumen, describim aquí los factores a tener en cuenta para asignar ubicaciones y generar confort psicológico en las personas interactuando en un ambiente común de la residencia o centro de día:
1) Identificar hasta qué punto una persona necesita generar procesos de apropiación del espacio (basándonos en su valoración cognitiva, conductual y del estado del ánimo, atendiendo a sus rasgos de personalidad y a sus experiencias vitales).
2) Si no es prioritario: Permitir que la persona genere espontáneamente su rol dentro del contexto.
3) Si es prioritario:
>Permitir que la persona “se haga sede” un lugar determinado.
>Vigilar que no entre en conflicto con un proceso de apropiación ya existente.
>Promover este proceso de apropiación del espacio en personas que presenten elevados niveles de ansiedad, especialmente al inicio de su estancia.
>Ayudar a elegir una ubicación si es que la persona no lo consigue por sí misma.
>Tener en cuenta los aspectos previstos tradicionalmente:
–> Sensoriales (Hipoacusia, déficit visual, confort térmico …)
–> Logísticos
–> Relacionales
Buena suerte con el puzle!
Carlos del Río
Fundador-Gerente del Centro de Día Vincles